He tenido interacciones con la comunidad hispanohablante toda mi vida; desde su niñez, mi padre ha sido amigos con una mujer, mi “tía,” quien es puertorriqueña. Ella y su esposo son mis padrinos y pasamos mucho tiempo juntos. Me crecí con comida, música y costumbres boricuas en los días especiales y en fiestas familiares.
Empecé aprender español en la escuela primaria pero no en serio hasta el grado nueve. Aunque tenía muchas profesoras de español, tenía dos que afectaron mi vida mucho más que los otros. Las dos profesoras me alentaban en todo de mis sueños y metas para mi futuro en español. Estoy seguro que, sin ellas, no estaría donde estoy hoy con mi educación de español.
En mi tercer año de la universidad, viajé a Buenos Aires, Argentina por dos semanas con un grupo de veinte otros estudiantes. Era una experiencia tan interesante y buena para mis habilidades de hablar y entender el español. Aprendí como usar los sistemas de transportación publica en otra lengua, como explicar las cosas que necesitaba y quería a los camareros en los restaurantes y como navegar una ciudad sin nada de tecnología a parte de un mapa electrónico.
También tenía una compañera de cuarto por dos años quien es de Aguascalientes, México. Ella me enseñaba mucho sobre la cultura mexicana y los costumbres que su familia practica en la vida cotidiana. Vivir con una mujer mexicana mejoró mi español mucho y mis habilidades de comunicar de una manera más como un hablante nativo.
En total, he tenido experiencias muy positivas con la gente hispana; me gusta la cultura, la comida y la música mucho y quiero aprender todo lo posible para que será una abogada de inmigración buena.